Familia

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La educación para la familia

Se trata aquí de su función pedagógico-social. Como sucede por lo general en los tiempos de crisis de los pueblos civilizados, los problemas de la educación pasan hoy al primer plano de la atención en nuestro mundo occidental. Con ello se piensa principalmente en la reforma de la enseñanza, que es objeto en muchos países de programas políticos y sociales. El pensamiento de la familia está ausente de la mayor parte de las direcciones de la moderna pedagogía que continúan aferradas a sus ideas individualistas y colectivistas. Si alguna vez se habla de la educación para la familia, esto no es sino incidentalmente. Incluso en el movimiento familiar que tan rápidamente se ha desarrollado desde hace unos años en los países europeos, y cuyos servicios a favor de la idea de la familia y de la política familiar nunca podrán ponderarse suficientemente, aparece, a veces, que se ha prestado demasiado poca atención a la educación para la familia y que el interés se ha fijado demasiado unilateralmente en el aspecto económico de la cuestión familiar.

¿Cómo puede educarse la generación joven para la vida familiar, para el amor a la familia, para el cumplimiento de las funciones y deberes de la vida familiar? Entre los medios para ello se ha de mencionar en primer lugar, y como superior a todos los otros, la familia misma. Siempre que subsista una vida familiar sana, ha de aprovecharse adecuadamente y hacerse fecunda para la educación familiar. En segundo lugar, se ha de poner a la familia en situación de poder cumplir sus funciones como comunidad económica, de vida y de educación. únicamente si la sociedad cumple sus funciones con respecto a la familia, ésta habrá de cumplir, a su vez, sus funciones como célula de la sociedad en el aspecto biológico, moral y cultural. En tercer lugar, es necesaria una renovada atención a la familia en la sociedad y en la vida pública. La sociedad, cuando rebaja públicamente al matrimonio y a la familia, se comporta como el hombre que rebaja públicamente a sus padres. El joven aprende a amar permanentemente a la familia tan sólo si la ve respetada por todas partes.

Asimismo, en la educación para la familia es imprescindible el profundo respeto entre sí de los jóvenes de uno y otro sexo. Nada destruye tanto este respeto y echa a perder la educación para la familia como el libertinaje sexual. No podemos hacer aquí sino dejar esto bien sentado y hemos de referirnos por lo demás a la ética sexual y a la pedagogía sexual (véase, en la enciclopedia jurídica global, el término Educación). En quinto lugar, tiene que educar para la familia, si quiere comprender adecuadamente su función de pedagogía social, también la escuela (véase), por medio de su constante cooperación en profundizar el aprecio de los valores familiares, y por medio de la enseñanza para las labores domésticas, así como para la convivencia familiar; en ello pueden comprenderse cursos de labores domésticas para las muchachas en edad escolar y para las jóvenes amas de casa, que pueden ser de gran utilidad. En sexto lugar, el aspecto social de la vida familiar no puede menospreciarse como medio de la educación de la familia Hoy en día, la vida de club y de asociación divide a la familia.

En cada pueblo debería ser la familia indiscutiblemente el primer «club». En especial los jóvenes deberían encontrarse todo lo posible en el seno de sus familia, encontrar allí su diversión en común, gozarse juntos en la música, en la literatura y en el arte, observar juntos los usos familiares; en una palabra, garantizar en todo su comportamiento su relación con la comunidad familiar, de su propia familia y de la de la de sus amigos.


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